En mayo de 2015, Chiara Páez tenía apenas 14 años. Unos meses antes había empezado una relación con Manuel Mansilla, de 16. Ambos vivían en Rufino, provincia de Santa Fe. La noche del 9 de mayo se encontraron para hablar. Ella estaba embarazada de dos meses y su novio quería que abortara. Pero la chica se negó. Fue asesinada a golpes y su cuerpo encontrado un día después en un pozo en la casa de los abuelos del joven, que confesó el crimen a su padre.
Chiara Páez no fue la primera, y lamentablemente, tampoco la última. Fue, nada más, ni nada menos, que la que encendió la chispa que encontró en el hartazgo el combustible necesario para propagar un fuego que se extendió a lo largo y a lo ancho del país, empujando a cientos de miles de mujeres a las calles para reclamar justicia y poner en agenda los efectos devastadores de la violencia machista bajo un mismo grito: Ni Una Menos.
En lo que va de 2025 se registraron ya 103 femicidios y vinculados de mujeres y niñas -el 59 por ciento de ellos a manos de parejas o exparejas-, que dejaron 100 hijas e hijos sin madre, el 47 por ciento menores de edad. El 67 por ciento de las mujeres fueron asesinadas en sus hogares -lo que demuestra que el lugar más inseguro para una mujer en situación de violencia continúa siendo su vivienda-, solo 18 de ellas habían realizado una denuncia previa, y en términos absolutos Buenos Aires sigue siendo la provincia con más casos, seguida por Santa Fe, Córdoba y Mendoza.